El
griego antiguo era madrugador: se levantaba normalmente al rayar el
alba y hacía unos ligeros ejercicios gimnásticos. Después de
lavarse con agua del pozo de la casa, el ateniense tomaba un desayuno
(acratismos), que solía consistir en algunos trozos de pan de
cebada o de harina humedecidos en un poco de vino puro. También
podía hacer una comida más abundante añadiendo unas aceitunas o
higos.
Por lo
general, cualquier clase de reunión, las de la Asamblea, de los
tribunales, las fiestas religiosas y la jornada de trabajo empezaban
cuando salía el sol.
La vida
cotidiana del ciudadano ateniense está dominada por la atención que
requieren los asuntos del Estado, al menos en principio, pues es
evidente que los campesinos del Ática no podían dejar continuamente
a sus mujeres y el trabajo del campo, pues hay que tener en cuenta
que las sesiones de la Asamblea en ocasiones duraban todo el día, y
se celebraban al menos cuatro veces al mes. El ateniense de la ciudad
no solamente participaba en estas frecuentes asambleas, sino que
también podía ser nombrado durante un año magistrado o juez, y en
ese caso los asuntos públicos acaparaban la mayor parte de su
tiempo.
Hacia la
mitad del día, o a lo largo de la tarde, los griegos tomaban una
comida bastante frugal o rápida. Después de comer, los atenienses
acudían a una de las muchas barberías, que eran, al mismo tiempo,
los mentideros de la ciudad: allí se recibían y comentaban noticias
de todas clases llegadas a la ciudad. Algunos de ellos también
merendaban al atardecer, pero la comida más copiosa es, con
diferencia, la que se tomaba al final del día, o incluso después
del anochecer, la cena (deipnon).
Alimentos
y bebidas.
La base
de la alimentación de los griegos la constituían los cereales,
trigo y cebada esencialmente. La harina de cebada amasada en forma de
torta era la maza, alimento esencial en la vida
cotidiana. También se comía el pan de trigo candeal, pero la maza
era más barata y los pobres se tenían que contentar con ella la
mayoría de las veces.
Todo
alimento sólido que se comía con pan durante una comida se llama
opson: verduras, cebollas, aceitunas, carne, pescado,
fruta y golosinas. Las verduras escaseaban y eran relativamente caras
en la ciudad, excepto las habas y las lentejas, que se comían sobre
todo en puré. También se comía mucho ajo, así como queso y
cebollas, sobre todo en el ejército.
La carne
era rara, excepto la de cerdo, y los pobres de la ciudad sólo la
comían de vez en cuando, con ocasión de algún sacrificio, pues
casi todas las fiestas religiosas incluían escenas de matadero y
carnicería y terminaban en comilonas.
La mayor
parte de los atenienses de la ciudad tenían que alimentarse más a
menudo de pescado que de carne. El pescado, junto con el pan, era
quizá el alimento esencial de la población urbana. Cualquier
aumento del precio de las sardinas y de las anchoas de Falero
preocupaba a la gente humilde, que tenía que verse privada de uno de
sus platos cotidianos más apreciados. El mercado de pescado era uno
de los más frecuentados y pintorescos del Ágora. También gustaban
mucho los atenienses de los mariscos, los moluscos, como la sepia y
los calamares.
La
comida podía terminar con un postre consistente en fruta fresca o
seca, sobre todo higos, nueces y uvas o dulces con miel.
Las
mujeres de la casa, sobre todo las esclavas, eran las que cocinaban
por lo general. Sin embargo, a partir del siglo IV a. de C. surgen
cocineros y pasteleros profesionales.
Casi
todas las comidas se tomaban con los dedos, pues no conocían el
tenedor. Las tortas planas de maza o de candeal se podían
utilizar como platos, pero también había platos y escudillas de
madera, barro o metal y, para comer los caldos y purés, cucharas muy
parecidas a las nuestras. El cuchillo era necesario para cortar la
carne.
El plato
que más tomaban los espartanos, en sus comidas en común, era el
famoso el caldo negro, una especie de guiso muy sazonado, con
ingredientes como carne de cerdo, sangre, vinagre y sal.
Un
alimento intermedio entre la comida sólida y la bebida es el kykeón,
pócima ritual de los misterios de Eleusis, pero que también a los
campesinos griegos les gustaba tomar en sus casas. Era una mezcla de
sémola de cebada y agua que se podía aromatizar con diversas
plantas como el poleo, menta o tomillo.
Para
beber se servían cuencos de madera o metal y copas de barro.
Seguramente la bebida más refrescante era el agua. También se bebía
leche, sobre todo de cabra, y una especie de hidromiel, mezcla de
miel y agua. Pero la viña aportaba la bebida real, el «regalo de
Dioniso». El vino se conservaba en odres de piel de cabra o de
cerdo, mientras que el que se exportaba se introducía en grandes
tinajas de barro.
Pocas
veces se consumía vino puro. Antes de cada comida, en una gran jarra
llamada crátera, se hacía una mezcla de agua y vino, más o menos
fuerte. Los criados lo sacaban de la crátera con unos cacillos muy
largos, de metal o de barro, y llenaban las copas de los invitados.
Los
gestos expresivos.
Cuando
se encontraban se saludaban con un gesto de la mano derecha
levantada, pero no se practicaba el beso de saludo como se hará en
Roma. En cuanto al apretón de manos, se reservaba más bien para
determinados actos de carácter religioso y tenía el sentido de un
compromiso solemne.
En el
teatro y en la Asamblea la aprobación se expresaba por medio de
aplausos y aclamaciones, y el descontento con silbidos y gritos
discordantes.
En la
vida cotidiana algunos gestos tenían un significado simbólico. Para
manifestar la alegría se chasqueaban los dedos, con la mano
levantada. Para burlarse de alguien y ridiculizarlo se le señalaba
con el dedo corazón al mismo tiempo que se doblaban los demás.
La
religión o la superstición imponían muchos gestos. Se escupía
para alejar un mal presagio. Cuando un griego lloraba, sufría o, con
mayor motivo, sentía llegar la muerte, se cubría el rostro con un
pliegue del vestido, por pudor o para evitar a los demás un
espectáculo de triste augurio.
El
aseo y el vestido.
En
Atenas los establecimientos de baños públicos existían desde el
siglo V a. de C. Los clientes utilizaban unas bañeras planas con un
asiento bajo en la parte de atrás, y también piscinas. En muchos de
estos establecimientos parece que había salas reservadas para las
mujeres, pero seguramente las frecuentarían sólo las atenienses de
condición modesta, las cortesanas y las esclavas; las atenienses de
la burguesía se bañaban en su casa.
Los
griegos no conocían el jabón. En el baño se debía utilizar bien
un carbonato de sosa impuro, bien una solución de potasa, o bien
arcilla especial. Les gustaba bañarse antes de cenar.
Los
griegos no empezaron a afeitarse completamente la barba y el bigote
hasta después de Alejandro. En la época clásica, cuando se habla
de una navaja siempre se trata de un accesorio del aseo femenino, ya
que, para hacer desaparecer por completo el vello superfluo, las
mujeres se depilaban con el candil o por medio de pastas especiales,
pero también utilizaban navajas.
Después
de las guerras médicas, en Atenas los niños eran casi los únicos
que seguían llevando el pelo muy largo: cuando se aproximaban a la
edad de la efebía se lo cortaban y lo consagraban a los dioses. Las
mujeres libres sólo se cortaban el pelo temporalmente en señal de
duelo.
Las
mujeres utilizaban cremas de belleza, toda clase de perfumes y
maquillaje.
El
antiguo vestido griego, y también romano, no se adaptaba a la forma
del cuerpo mediante el corte y la costura, era un vestido suelto.
Consistía simplemente en un rectángulo de tela, que envolvía muy
libremente el cuerpo y sólo lo sostenía en algunos casos un
cinturón, broche o algunos puntos de costura.
Los
hombres no llevaban ropa interior debajo de la túnica. El modelo más
sencillo de túnica era la exómida, prenda que dejaba
un hombro al descubierto; era el vestido de trabajo por excelencia de
los esclavos, así como de todos los obreros libres y la mayoría de
los soldados. La túnica se ataba a los hombros con prendedores o
cintas, y se ajustaba mediante un cinturón. Para dormir no se
quitaban la túnica, que servía de camisa durante el día y de
camisón por la noche. Los niños llevaban túnicas cortas sin
cinturón.
El manto
habitual de los griegos, el himation, era un rectángulo
de lana de una sola pieza con el que se envolvía el cuerpo sin nada
que lo sujetase. La clámide, el manto por excelencia de los
soldados, efebos y caballeros, era de un tejido tosco y tieso, y
siempre iba sujeto al hombro.
En
principio el vestido femenino no difiere del masculino. Se trata del
peplo, una especie de chal de lana, atado a los hombros mediante una
fíbula, y que podía ser totalmente abierto por uno de los lados o
cerrado con costura. Este peplo, aunque las más refinadas dejaran de
usarlo, siguió siendo el traje de las campesinas y de la mayoría de
las mujeres del pueblo, además de las esclavas.
En
la época clásica, en la vida cotidiana, las joyas estaban
prácticamente reservadas a las mujeres, excepto los anillos con
chatón que los hombres utilizaban para grabar su sello (sfragís)
en arcilla o cera. Las mujeres llevaban con mucha frecuencia
collares, pulseras, pendientes y aros alrededor de las piernas. Entre
los accesorios no hay que olvidar el abanico y la sombrilla, muy
útiles en un país tan cálido y soleado como Grecia.
Los
atenienses no solían usar zapatos en casa, pero fuera se utilizaban
por lo general zapatos y sandalias. Los zapatos de las mujeres tenían
formas mucho más variadas y elegantes que los de los hombres. Para
parecer más altas, las mujeres utilizaban una especie de tacón que
se ponía entre el pie y el zapato.
Por lo
general, los hombres van con la cabeza descubierta por la calle, y
sólo se cubren la cabeza en el campo. Las mujeres se cubrían la
cabeza con un pliegue de su túnica o manto, levantado a modo de
capucha.